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Por la Dirección del Espíritu Santo, para nuestra próxima fiesta espiritual de Santa Cena, se ha elegido el lema: “El Cordero de Dios”, con ello, en la exposición de la Palabra, en los cultos que se celebraran, vamos a tener la oportunidad de profundizar, en el contenido de este ministerio cumplido por nuestro Señor Jesús.

 

Mas a través de esta página, queremos aportar nuestro granito de arena, para que la Iglesia, pueda entender mejor, el por qué ha nuestro Señor Jesús, en la Biblia se le identifica como: “el Cordero de Dios”.

En Juan capítulo 1, versículos 29 y 36, encontramos que Juan el bautista, presenta al Señor Jesús, como: “El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Esta expresión debe de ser entendida, como que el mismo Dios del cielo, estaba dando a la humanidad, a alguien que sería el perfecto y último sacrificio por el pecado. 

Para poder entender de mejor manera este enunciado, debemos abrir nuestra Biblia e iniciar nuestra investigación en el Antiguo Testamento, en el cual podemos encontrar textos que se refieren al hecho, de que un día aparecería el Cristo o Mesías, el cual se entregaría como una “ofrenda por el pecado”, el profeta Isaías lo manifiesta así: 

"¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Y subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca: no hay parecer en él, ni hermosura: verlo hemos, más sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino: más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca: como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. De la cárcel y del juicio fue quitado; y su generación ¿quién la contará? Porque cortado fue de la tierra de los vivientes; por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y dipúsose con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; porque nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando hubiere puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Del trabajo de su alma verá y será saciado; con su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y él llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores".

(Isaías 53).

No podemos, más que estremecernos y dar glorias y alabanzas, ante tan detallada descripción, de lo que sería el ministerio del Señor Jesús como: “Cordero de Dios”.

Pero no es todo, el Antiguo Testamento, nos muestra como en la Ley de Dios, entregada al caudillo Moisés, se estableció en favor de la nación israelita, un sistema de sacrificios, y ese sistema, sería la base, que serviría, para que, al presentarse el Señor Jesús en la tierra, como: “El Cordero de Dios”, su sacrificio fuera entendido por la humanidad, aprobado por la divinidad, y recibido por todos aquellos que depositen para salvación su fe en Él (Romanos 8:3; hebreos 10).

Cuando mencionamos que el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, serviría para que se comprendiera por que el Señor Jesús es: “El Cordero de Dios”, nos referimos, a que, en el momento en el que Juan el Bautista se expresó sobre Jesús como:

"El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo"

Juan 1:29

Los judíos que lo escucharon inmediatamente entendieron a que estaba aludiendo Juan, pues ellos habían presenciado muchos sacrificios de corderos en otro tiempo.

Al mirar con detenimiento al Señor Jesús, quien había sido presentado como “El Cordero de Dios”, a la mente de todo fiel judío, tuvo que haber llegado el recuerdo de la fiesta de la Pascua, celebrada año con año, trajeron a su memoria como el cordero pascual era sacrificado, y lo que representaba, era una celebración en recuerdo del momento en que  Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto, de cómo, al sacrificar al Cordero de la Pascua y aplicar su sangre en los postes de las puertas de las casas, el ángel de la muerte pasó de largo ante los israelitas que estaban “cubiertos por la sangre” (Éxodo 12:11-13), Y los judíos, aquellos que miraron con fe al Señor Jesús, pudieron entender que en un futuro próximo, Él sería el que expiaría el pecado de toda la humanidad.

Es claro, que aquellos israelitas, que presenciaron el anuncio del Juan el bautista, recordaron las profecías pronunciadas por Jeremías y Isaías, que hablaron del “…cordero inocente que llevan a degollar…”, y de aquella otra, que dice: “…como cordero fue llevado al matadero” (Jeremías 11:19 y Isaías 53:7), a su mente llego la imagen de todos los corderos, que diariamente –mañana y tarde—, eran sacrificados en el templo de Jerusalén, por el perdón de todos los pecados cometidos (Éxodo 29:38:42), entonces ellos comprendieron –los que lo vieron a través de la fe—, que se aproximaba el día en el cual, esos sacrificios cesarían, que Jesús era el Cristo, que presentaría un sacrificio perfecto, el cual proveería la redención completa y total, sin necesidad de que se repitiera todos los días. Permítanos invitarle, a que haga una pausa en su lectura, y de una ofrenda de glorias y aleluyas a al Señor Jesús, quien es:el Cordero de Dios.

Ahora, ya no hablaremos más, de aquellos que escucharon el anuncio de Juan el Bautista, y de lo que debieron de entender. Hablemos de nosotros los que tendremos la dicha de sentarnos a la Mesa de la Celebración de Santa Cena. En primer lugar, nosotros sabemos, que la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23), en segundo lugar sabemos, que el pecado nos separa de Dios, también sabemos que la Biblia enseña que todos somos pecadores, que ninguno de nosotros es justo delante de Dios (Romanos 3:23), otra cosa que sabemos, es que somos culpables ante Él a causa del pecado; sin embargo –gloria a Dios—, también sabemos, que el pecador tiene esperanza de ser salvo del pecado y sus consecuencias, porque Dios nos proveyó un medio para reconciliarnos con Él, Dios se manifestó en carne (1 Timoteo 3:16), y ser conocido como “el Cordero de Dios, para morir en la cruz y con este acto de sublime gracia, hacer expiación por el pecado y pagar el castigo por los pecados de todos los que hemos creído en Él.

En la próxima Santa Cena, vez tras vez, usted escuchará el anunció: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, y usted sabrá, que, aunque no le ve, en Espíritu, Él estará ahí, y será el momento de celebrar y de dar gracias, a nuestro bendito y amado “Cordero”, pues a través de Su muerte en la cruz, y Su resurrección tres días después, es que ahora podemos tener vida eterna. Será el momento de caer postrados frente a Él y adorarlo,“Sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata; sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación: Ya ordenado de antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postrimeros tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1:18-21).

P. A. F.