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La conmemoración de la muerte de nuestro Señor y...

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PROGRAMA EDUCATIVO 2017-2020 

(PRES Programa de Eduación Sistemática CECNA)

 

Gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo amados hermanos coordinadores e instructores del CECNA en los diferentes obispados de la iglesia.

Actualmente, hay en el mundo un gran movimiento pedagógico que tiene el propósito de modificar los sistemas de Educativos en las naciones. Esto se debe a que el hombre está tratando de enfrentar los grandes cambios que se están presentando en nuestro tiempo. Sin embargo, los cambios educativos a nivel mundial representarán un desafío para la iglesia Cristiana, ya que muchos de los “nuevos valores” que se implementan en estos nuevos modelos pedagógicos se dirigen hacia una dirección cada vez más opuesta a la Palabra bendita de Dios.

No es casualidad que en nuestra iglesia, desde hace dos años y a través del ministerio de Educación Cristiana de la iglesia, el Señor nos haya convocado a desarrollar el “Programa de Educación Sistemática El Buen Pastor”leer más

 

Este capítulo relata el incidente en el cual el profeta Nathán confrontó a David con su pecado, así como el arrepentimiento de David. Tenemos la Parábola de Nathán en cuanto a la oveja, la cual hizo que David se convirtiera en su propio juez. David, confesó su pecado y fue perdonado. Tenemos también el nacimiento de Salomón. Rabba fue capturada por las fuerzas de David. Nathán pronunció el juicio de Dios sobre David, y David reconoció su pecado. David tuvo que aprender, que todo lo que el hombre sembrare, eso también segaría. Finalmente, en este capítulo tenemos el nacimiento de Salomón, que es el segundo hijo que le nace de Bath-sheba. En el capítulo 11 vimos en detalle, el relato del terrible pecado de David. La Biblia no le restó importancia, de ninguna manera. Ahora, es posible que el pecado de David, nos haga perder de vista la grandeza de este hombre. El pecado fue la excepción y no la regla en su vida. No fue el pecado la norma de su vida en ninguna manera. David no vivía pecando todo el tiempo, no fue de pecado en pecado.

Hay algunas personas que hacen que el pecado sea la norma de sus vidas. Y si hacen esto, no pertenecen a Dios. Dios como Espíritu Santo, no puede vivir en ningún creyente así. Es posible que un creyente caiga en el pecado, pero usted puede estar seguro que no se quedará en el pecado. Eso es lo que caracteriza y lo que distingue a quienes pertenecen a Dios de los que no son Sus hijos. Una oveja, bien puede caer en el lodo, pero no se quedará allí. No le gustará y hará lo posible por salirse de allí lo más pronto posible. Sin embargo, un cerdo sí se queda en el lodo y allí, en su elemento natural, se encuentra bien, la iglesia se compone de ovejas y no de cerdos.

Ahora, un defecto puede echar a perder una valiosa pieza de alfarería. Generalmente un artículo de valor se vende como una oferta especial porque el comerciante ve que tiene algún defecto. Muchas veces, debido a un solo defecto, se marca un artículo a un precio más bajo. Pues bien, usted tendrá que evaluar de forma diferente a David debido a su pecado. En el capítulo 11 vimos el pecado de David en toda su negrura y fealdad. La Palabra de Dios no atenuó su gravedad. La Palabra de Dios no encubrió las acciones de David ni ofreció explicaciones que las justificaran. Su pecado fue tan negro como la tinta, tan oscuro como la noche, y tan hondo como la parte más inferior del abismo, y tan profundo como el infierno mismo.

Lo que David hizo desagradó al Señor, y ahora veremos que Dios haría algo al respecto. La verdad es que Dios ya hizo algo en cuanto al pecado de todos los seres humanos. Se entregó en su manifestación como Jesucristo, para que muriera en la cruz y pagara la pena del pecado. Fue Dios, quien dijo que el pecado es tan atroz que exigió la muerte, por eso se manifestó como hombre para morir. Ahora, si usted insiste en permanecer alejado de Dios, usted está perdido. Pero si usted es una persona que ya pertenece a Dios y cae en pecado, pero encausado por el Espíritu Santo, se arrepiente y se aleja, puede tener la seguridad de que Dios, como Padre, se ocupará de usted.

En el capítulo 11 dejamos a David sentado en su trono con una engreída complacencia. Creía que se había podido evadirse de las consecuencias de su pecado, pero se equivocó. David viviría lamentando haber cometido ese horrible pecado. El primer versículo nos presenta a Nathán, uno de los profetas más valientes de la Historia Bíblica. David podía simplemente haber alzado su mano sosteniendo el cetro, y sin palabra alguna podría haber condenado a muerte a Nathán por su audacia al acusar al rey. Esta posibilidad, sin embargo no detuvo a Nathán.

Nathán le contó a David una parábola. Era una parábola que le revelaría a David lo que él realmente era, tal como si se viera en un espejo. La Palabra de Dios es un espejo que nos manifiesta cómo realmente somos, virtudes y defectos nos son mostrados, con el fin de permitir a Dios que siga cultivando lo bueno, y arrancando lo malo. Nathán sostendría el espejo enfrente de él, para que David pudiera contemplarse bien. Probablemente se produjo una pausa en los negocios del Estado cuando Nathán llegó, ya que Nathán era el profeta de Dios, David pensó: “probablemente Dios tenga algo para mí” y en verdad lo tenía. Le contó a David entonces una parábola acerca de dos hombres que vivían en una ciudad: uno de ellos era rico, y el otro pobre. Una situación muy común en cualquiera de nuestras ciudades, ¿verdad? con sus barrios de las clases altas, y sus sectores de pobreza.

La parábola parece que es bastante conocida. El rico tenía mucho ganado y rebaños. El pobre, en cambio, tenía solamente una ovejita. Era como un animal de compañía, y la mimaban y querían mucho en la familia. Era pues, todo lo que tenía el hombre pobre. ¡Qué contraste! Ésta es la tensión social permanente, que tiene lugar ante la desigualdad que existe entre ricos y pobres y la falta de justicia social.

En esta parábola conocida, se destaca la avaricia del hombre rico. Y David no creyó que Nathán había inventado esta parábola; sino que pensó que le estaba contando acerca de alguien en el reino, y que estaba pidiendo a David que lo juzgara. David era también sensible en cuanto a lo bueno y a lo malo. También tenía un sentido de la justicia. Allí en lo profundo de su corazón había una fe que nunca falló. Había allí un amor verdadero hacia Dios. Cuando oyó la parábola que Nathán le contó, reaccionó con gran indignación y pensó que tal persona merecía ser ejecutada. Es interesante comprobar cuán fácil le resulta a uno juzgar el pecado en otro, mientras que lo podemos tolerar en nuestra propia vida.

Cuando David da su respuesta sobre lo que se tiene que hacer, para remediar la situación, parece todo un predicador, ¿verdad? Es tan fácil predicar a otro y señalarle sus culpas, es tan fácil analizar todas sus faltas y decirle lo que tiene que hacer. La mayoría de nosotros somos psicólogos aficionados, que reclinamos a otros en nuestros sofás críticos y los sometemos a una buena dosis de psicoanálisis, haciéndoles ver sus males.

Cuando Nathán pronunció las palabras a David, que no se estaba hablando de nadie más, sino del él y pronunció la sentencia divina, alcanzó a ver, que el profeta necesitó mucho valor para poder decirle esto a David. Creemos que él fue uno de los hombres más valientes de los tiempos Bíblicos. Le dijo: "David, tú eres el culpable". Oh hermanos clamemos a Dios, que el unja a sus siervos, que les dé espíritu de valentía, para llamar al pecado, pecado, para no disfrazarlo, para denunciarlo, para juzgarlo, sin importar posición social o económica, todo con el objetivo, de que el hombre se arrepienta y tenga vida eterna.

Pero las acciones posteriores de David revelarían su grandeza. En el versículo 8, Dios dijo que le habría dado a David todo lo que deseara, pero que David había anhelado tener algo que no le pertenecía. La supuesta nueva moralidad actual diría que este modo de actuar no es pecado. Sin embargo, Dios dice que esto sí es pecado, y que David, el hombre que agradaba a Dios no podría eludir su responsabilidad por la acción cometida.

Nathán especificó el pecado en términos nada ambiguos. Evidentemente, aquellos que estaban en la corte, quedaron impactados y sorprendidos cuando oyeron lo que Nathán le dijo a David. Sin duda había muchos allí presentes que no estaban al tanto de lo que había ocurrido. Oyeron a Nathán acusar a David de un crimen brutal. David había cometido una acción específicamente prohibida por Dios. Y en ese momento fue conocida la sentencia, las consecuencias cosechadas por sus viles, actos. Todos hemos escuchado, que no saldremos de esta tierra sin haber levantado la cosecha de nuestros actos, y David en ese día, supo que esto es verdad.

Las palabras de los versículos 11 y 12, sirvan de advertencia para todos nosotros, cuando surge la pregunta, en cuanto a si es posible que un cristiano cometa un pecado, la respuesta inequívoca es que SÍ es posible. Pero cuando un creyente peca, desprecia la gracia de Dios y Dios como todo padre responsable, va a tener que corregir de su mala actuación a ese hijo mal portado. Por eso es que vemos que la espada heriría a la familia de David y, además, la maldad se levantaría contra David, desde su propia casa. En el próximo capítulo veremos cómo estalló un escándalo entre los hijos de David, con lamentables resultados que fueron una fuente de angustia para este hombre. Pero nunca encontrará usted a David, lamentándose o quejándose a Dios en cuanto a esto. Porque David sabía que Dios lo estaba castigando justamente. Todo lo que David deseaba era lo que estaba escrito en el Salmo 42, versículo 1, donde leemos: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía". Ya vimos que después de que Nathán acusó a David, David se arrepintió.

"Entonces dijo David a Nathán: Pequé contra el Señor. Nathán dijo a David: También el Señor ha perdonado tu pecado; no morirás. Pero, por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos del Señor, el hijo que te ha nacido, ciertamente morirá."

David debería de haber muerto por su pecado, pero Dios le salvó la vida y perdonó su pecado. Sin embargo, el hijo de David murió. Dios no va iba dejar que el pecado de David quedara impune. Y estas palabras se han cumplido porque dieron ocasión a los enemigos de Dios para criticarle, por haber elegido a un hombre como él.

Los siervos de David se quedaron sorprendidos. Mientras el niño vivía, David se había vestido de cilicio y de ceniza. Cuando el niño murió, era de esperarse que estuviera fuera de sí. Sin embargo, David se lavó, cambió sus ropas, y fue a la casa del Señor para adorar. Y entonces sus siervos le pidieron una explicación.

David sabía que el pequeño estaba a salvo. Sabía que el niño nunca volvería después de haber muerto. Pero David sabía que vendría el día cuando él también tendría que morir, y que de esa manera se reuniría con su hijo. Un niño que muere en la infancia, parte para estar con el Señor. Cuando un niño muere hoy, ese niño parte inmediatamente para estar con el Señor. Eso es lo que enseña la Palabra de Dios. Y a David le fue posible consolarse cuando su hijo murió, porque él sabía que algún día le vería nuevamente. En cambio, no ocurrió así cuando su hijo Absalón murió, muchos años después. Porque este muchacho sería una angustia para David. Cuando él murió, David lloró su muerte. ¿Por qué? Porque David no estaba seguro de la salvación de Absalón.

Por la enseñanza clara de la Palabra de Dios, los creyentes son consolados por la esperanza de la resurrección, por la reunión de todos los creyentes con el Señor Jesucristo y con sus seres queridos y por la realidad de la vida eterna. Estimado lector, ¿comparte usted esa esperanza, ese consuelo?

 

 

La inscripción en el título de muchos de los salmos es en realidad parte de la inspirada Palabra de Dios. El título del Salmo 51 se explica por sí mismo y resulta esencial para entender este salmo; dice así, Al músico principal. Salmo de David, cuando, después que se llegó a Bath-sheba, vino a él Nathán el profeta. Por supuesto, esta es una referencia a la gran mancha en la vida de David. No es nuestra intención en el día de hoy entrar en los detalles escabrosos del pecado de David. Es suficiente decir que él quebrantó dos de los diez mandamientos: el séptimo mandamiento, que dice: no cometerás adulterio, y lo hizo con Bath-sheba, la esposa de Uría heteo. Y luego, quebrantó el sexto mandamiento, que dice: no matarás. Lo quebrantó indirectamente porque fue él quien hizo poner a Uría, el marido de Bath-sheba, al frente de la batalla para que fuera muerto. Esa fue una acción cobarde y despiadada por parte de David, porque Uría era una de sus soldados  valientes y fieles, porque de otra manera nunca habría cumplido la orden de David de colocarse en el frente de la batalla.

Luego, después de este terrible incidente, David no hizo ni dijo nada. Ambos incidentes eran considerados normales y habituales en Egipto, en Babilonia, en Edom o en Moab. Lo que David había hecho era una práctica común y más o menos aceptada. Por ello al compararle con los demás, no parece tan malo. Pero para Dios fue un pecado grave.

A primera vista, pareció como si David se hubiera salido con la suya. Pero conviene aclarar algo. David era un siervo de Dios y no podría evitar las consecuencias. La realidad fue que durante el período de tiempo en que él permaneció en silencio, fue un hombre atormentado. Más tarde, él mismo nos diría lo que pasó por su corazón. En el Salmo 32:3 dijo: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día”. Y creo que si hubiéramos estado en la corte real en aquellos días en que permaneció silencioso, le habríamos visto avejentado. Y en el mismo Salmo 32:4, continuó diciendo: Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Estas palabras describen sus sentimientos durante ese período.

Así fue que, Dios le envió a Nathán ante David, pidiéndole audiencia por un asunto urgente. Y Natán planteó el asunto contándole a David una pequeña parábola. Había en una ciudad un hombre rico que tenía en cambio una manada de ovejas, en realidad, tenía miles de ellas. En cambio, el pobre tenía solo un pequeño cordero, que había comprado y criado, que comía de su plato, bebía de su vaso y dormía en su regazo. Y entonces llegó a la casa del rico un visitante; y como el dueño no quiso matar a ninguna de sus ovejas, tomó la única ovejita del hombre pobre y la mató, para prepararla como comida a su visitante. David se enfureció en gran manera y dijo que el que había hecho tal cosa merecía la muerte, y tendría que pagar cuatro veces el valor de la oveja.

Y entonces llegamos a uno de los momentos más dramáticos de la Biblia, que nos revela que Nathán tiene que haber sido uno de los hombres más valientes de la Biblia. El señaló con su dedo al propio David y le dijo: ¡Tú eres ese hombre!

Habiendo dicho esto, había tres opciones que David podía elegir en un caso como este. La primera alternativa era que él podía negar la acusación. O David podía haber hecho otra cosa, señalar a Nathán con su cetro sin pronunciar ni una sola palabra, y sus soldados lo habrían sacado de ese lugar y ejecutado rápidamente. No habría necesitado decir nada ni dar explicaciones a nadie. Ahora, la tercera alternativa por la que David podría haber optado era la de admitir la acusación. Y eso fue lo que efectivamente hizo; él confesó su pecado. Ahora, él no era un hombre cualquiera, era el rey. Y el rey no podía cometer ningún error, estaba por encima de todo reproche. Nadie le señalaría con el dedo. Pero Nathán sí lo hizo, acusándole. Y lo interesante fue que David confesó.

Continuando con este encuentro, escuchemos el mensaje que Nathán le comunicó de parte de Dios: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste y tomaste la mujer de Uría, el heteo, para que fuera tu mujer. Así ha dicho el Señor: "Yo haré que de tu misma casa se alce el mal contra ti. Tomaré a tus mujeres delante de tus ojos y las entregaré a tu prójimo, el cual se acostará con ellas a la luz del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; pero yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol. Entonces dijo David a Nathán: Pequé contra el Señor. Nathán dijo a David: También el Señor ha perdonado tu pecado; no morirás. Pero, por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos del Señor, el hijo que te ha nacido, ciertamente morirá.

Estos son pues los antecedentes del Salmo 51, porque después de este incidente, David se retiró a la privacidad de sus habitaciones e hizo la confesión que este salmo ha registrado. Todos los grandes siervos de Dios han confesado su pecado ante Dios. Este salmo es una de las importantes confesiones que se han escrito.

Este salmo se divide en tres partes: (1) El clamor de la conciencia y la convicción del pecado, en los versículos 1 al 3; (2) El clamor de la confesión del pecado y pedido de clemencia o compasión a Dios, en los versículos 4 al 8 y (3) El clamor por limpieza y comunión, en los versículos 9 al 19.

Lea la confesión de David. En los versículos 1 al 3, que nos exponen, el clamor de la conciencia y la convicción del pecado.

El pecado es siempre un asunto complejo. Y hubo ciertas palabras que David usó para describir su pecado. Por cierto, en las Escrituras Dios usó muchas más palabras que éstas para describir al pecado. Si dijimos que el pecado era complejo, diremos también que la Gracia es infinita.

En primer lugar, David llamó a sus pecados rebeliones. Una rebelión es, en la mayoría de los casos, es una manifestación de rechazo a la autoridad. Dios es la máxima autoridad del universo, rebelarse a Él y vivir una vida que transgreda sus mandamientos, es una vida, tendrá que sufrir las consecuencias de sus actos.

David también llamó a su pecado maldad, el significado de dicha palabra, nos hace saber, que se trata de algo completamente malo, de algo que no se le puede disculpar; es un asunto, que no se puede consentir ni tolerar. Esa es la maldad. Luego hay 2 palabras más que se refieren al pecado. En los versículos 2 y 3 se encuentra la palabra "chattath", que significa "ofrenda por el pecado". En el versículo 4 la palabra es "chata" traducida en la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento) como "hamartia" que significa "errar el blanco". Quiere decir que no alcanzamos el nivel de la norma de Dios y, en este sentido, todos somos pecadores, porque no llegamos al nivel que Dios requiere. Dice Romanos 3:23, que todos han pecado y están destituidos o privados de la gloria de Dios.

Entonces la palabra "maldad" que fue usada aquí por David significa aquello que está realmente mal. En nuestro tiempo, en el que se trata de tolerar toda clase de inmoralidad, debemos tener claro que, la Biblia deja bien en claro lo que está bien y lo que está mal. La maldad es aquello que está verdaderamente mal, David usó esta palabra para admitir, que realmente había obrado mal.

No se puede limitar este salmo a una época concreta del plan de Dios en la historia. Porque nos describe la experiencia del ser humano como miembro de la familia humana en cualquier período de la historia, desde que Adán y Eva cayeron en el Edén, hasta que comience la eternidad. Todos somos pecadores, obramos maldad, todos necesitamos un salvador, el salvador es nuestro Señor Jesucristo, a Él sea dada toda adoración.

La experiencia de David consistió en que sintió una profunda convicción de pecado. Usted y yo no podemos penetrar en todo el horror de la culpa de David. Para él, su pecado resultó repugnante. Lo detestó y se odió a sí mismo por haberlo cometido. Se sintió totalmente sucio, impuro. Su conciencia se sintió indignada. Su alma se llenó de angustia. Su conciencia le estaba señalando con su dedo acusador, era como un clamor de su conciencia en su interior, diciéndole que había actuado con maldad.

Alguien podría decir que la conciencia no es una buena guía. Es cierto. Pero reconozcamos que la conciencia tiene una doble función; la primera es decirnos lo que está bien y lo que está mal, para que solamente hagamos el bien, la segunda, es que después de haber hecho algo, nos dice si nosotros hemos actuado bien, o mal. Y es peligroso que alguien viole su propia conciencia.

Ahora la conciencia de David le estaba hablando y el clamor de su conciencia era una convicción de pecado. Había actuado mal y no había explicación alguna que pudiera dar. Lo único que pudo realizar, fue reconocer, que había actuado con maldad.

Posteriormente, a partir del versículo 4 hasta el 8, vemos la segunda división, donde aparece el clamor de David, hacia Dios, que contiene confesión y clemencia –lea el versículo 4, para recordar las palabras de David.

David ha sido criticado por haber hecho esta aclaración. Algunos críticos han opinado que no debía haber dicho que era un pecado contra Dios, sino que había sido un pecado contra Bath-sheba y contra su marido Uría. ¿Es que no lo había sido? Seguramente que así fue. También fue un pecado contra su familia, porque en aquel tiempo él tenía una familia; fue un pecado contra ellos y, según los críticos, David debía haberlo dicho. También han dicho que fue un pecado contra la sociedad y Jerusalén, y realmente lo fue. Fue un pecado contra la nación de la cual él era rey. Había quebrantado los mandamientos de Dios. Pero estimado lector, en el análisis final, el pecado siempre se dirige contra Dios. En nuestra época, Uría ni Bath-sheba no están ya, ni siquiera  conocemos el destino de la familia de ambos. La sociedad de aquella época ha desaparecido. La nación, ya no está gobernada por la línea real de David. Pero aquel pecado aún permanece como una mancha en las Sagradas Escrituras contra el mismo Dios. Por miles de años, los enemigos de Dios han estado señalando con su dedo acusador a la Palabra de Dios e ironizando sobre el hecho de que la Biblia nos dice que David era un hombre que gozaba del agrado de Dios, y en quien Dios se complacía. Por ello afirmamos que cuando alguien quebranta un mandamiento, está despreciando a Dios, y todo pecado se dirige siempre contra Dios. El pecado siempre es contra Dios; no interesa qué clase de pecado sea, siempre es contra Él.

Y así se cumplieron las consecuencias de su pecado. Hasta el día de su muerte, pagó por su pecado. No solo murió aquel niño, sino que el hijo a quien él amaba y en quien había pensado para sucederle en el trono, también murió. Y cuando David oyó que su hijo Absalón había sido muerto en la batalla, lloró amargamente diciendo: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío! David realmente pagó por su pecado.

El versículo 5, que usted ya leyó, resalta el hecho de que David, dejó en claro que su pecado provenía de su naturaleza pecaminosa.

David, como cada uno de nosotros, tenía una naturaleza pecaminosa. El apóstol Pablo, reconociendo esta realidad dijo de sí mismo: “Y yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita”. Goethe dijo: “que él no había vista ninguna falta cometida por otros que él mismo no haya cometido”. Incluso Séneca, un filósofo pagano de Roma dijo: "Tenemos que decir de nosotros mismos que somos malos, hemos sido malos y, lamentablemente, debo añadir que también lo seremos en el futuro". Y en Proverbios 30:12 dice: “Hay generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su impureza”. Hay gente que piensa que su vida está bien, pero no tiene sensibilidad al pecado. Son como aquel hombre cerca del polo Norte, que al sentir cada vez más frío continuaba sentado cómodamente, aparentemente descansando. Pero aquellos que estaban a su alrededor sabían lo que le estaba sucediendo, se estaba quedando congelado. Aquí en nuestro Salmo 51, David fue a la raíz del problema. Confesó que tenía una naturaleza pecaminosa. Y continuó su confesión en el versículo 6.

Y meditando en ese versículo, encuentro, que Dios no está interesado en lo que usted es superficialmente. Usted puede haber sido bautizado y no ha pasado de ser un pecador bautizado, que aún no es salvo. Puede incluso ser oficialmente un miembro de alguna iglesia, pero esa es meramente una apariencia exterior. David deseaba la verdad en el interior de su vida. Y esto lo debemos de tomar en cuenta, si en verdad queremos ser salvos.

Ahora, al decir: "Purifícame con hisopo y seré limpio; lávame y seré emblanquecido más que la nieve". Encuentro, que este es uno de los grandes pasajes de la Biblia. Hay personas que dicen que David fue perdonado porque confesó su pecado. Bien, eso fue sólo parte de la historia. Regresemos al relato histórico en 2da. Samuel 12.13: Entonces dijo David a Nathán: “Pequé contra el Señor. Y Natán dijo a David: También el Señor ha perdonado tu pecado; no morirás”. Dios dio el primer paso; envió al profeta Nathán. Creemos que David hubiera continuado en su estado si Nathán no hubiera ido a verle. Quizás no hubiera resistido mucho tiempo, pero él no dio el primer paso. Dios tomó la iniciativa. ¿Entiende esto? En todo pecador perdonado, Dios es el que da el primer paso, somos salvos solo por gracia, nadie debe de sentirse grande por ser salvo, pues la salvación es un regalo de Dios.

Y ¿cómo pudo Dios perdonarlo? Porque Dios se había revelado a sí mismo. Dios se reveló a Israel. Nos preguntamos entonces, ¿cómo quita el pecado Dios? Bien, aquí tenemos que Él perdona la maldad, eso lo leemos en Números 14:18; dice allí: “el Señor es, tardo para la ira y grande en misericordia, perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable”. Aquí tenemos dos verdades aparentemente contradictorias. Primero dice que perdona la maldad, muestra misericordia, y luego dice que no tendrá por inocente al culpable. Parece una paradoja. Recordemos que David dijo: “Purifícame con hisopo y quedaré limpio. Lávame y seré emblanquecido más que la nieve”. En el Antiguo Testamento, el hisopo se usó para tres propósitos. En Éxodo 12:22, cuando Dios liberó a los israelitas de Egipto, el hisopo se usó para rociar con la sangre el dintel y los dos postes de la puerta durante la pascua. En segundo lugar, en Levítico, 14:6, se utilizó en la purificación de un leproso, y en tercer lugar, en Números 19:6, se usó durante la travesía del desierto, en el sacrificio de una vaca alazana, para purificación del pecado.

Tenemos que ir a la cruz para encontrar la interpretación. En la cruz Jesucristo, como Hijo dijo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” ¿Por qué dijo esto? Porque Dios no puede bajo ningún concepto considerar inocente al culpable. Y cuando el Señor Jesucristo estaba en la cruz, la gloriosa Divinidad le trató como pecador para que en El recibiéramos la justicia de Dios. Dios lo trató como tiene que tratar al pecado. Dios perdonó al hijo de Abraham, pero no se libró a sí mismo, cuando en la cruz para perdón de pecados, se estaba manifestando como Hijo, y nuestros pecados estaban sobre El. Y así Cristo murió porque –una vez más lo expreso— Dios no puede considerar inocente al culpable. Dios odia al pecado y lo castiga.

En la cruz Cristo dijo: “Padre, perdónalos” (Lucas 23:34) ¿Cómo podía El perdonarlos? ¿Cómo puede extender Su misericordia a millones de personas? ¿Cómo puede perdonar tanta maldad? ¿Cómo pudo perdonar a David? ¿Y cómo puede perdonarnos a usted y a mí? Es que, como dijo Pablo en Efesios 1:7, que en El tenemos redención mediante su sangre, y el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de su gracia. Y así, cada vez que en el Nuevo Testamento se habla de perdón, la sangre de Cristo se encuentra cerca. Y Dios nunca perdona aparte del hecho de la muerte de Cristo, nunca. Dios no está perdonando sus pecados, amado lector, porque usted tenga un gran corazón, un corazón generoso. Él lo perdona, porque, porque Él como Hijo, pagó la pena, el castigo. Y hoy, con los brazos abiertos, puede decirle: "puedo extenderte mi gracia y misericordia porque como Hijo morí por ti". Realmente, David conocía el camino para llegar al corazón de Dios, cuando dijo: “Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré emblanquecido más que la nieve”. Esta es, pues, la aplicación de la muerte de Cristo a la vida.

Y a partir de los versículos 9 y 10, encontramos la parte enunciada como: Un clamor por limpieza y comunión –lea esos versículos por favor—.

Aquí se habla de borrar porque él necesitaba quitar esa mancha de su vida. La palabra para crear es la misma que se usó en la creación de Génesis 1, para una creación a partir de la nada. En otras palabras, no había nada en el corazón de David que Dios pudiera usar. David no estaba pidiendo una renovación o una reforma. Estaba pidiendo algo nuevo. Y lo que David está pidiendo aquí es un trasplante de corazón. Y eso de crear quiere decir, crear de la nada; en otras palabras quiere decir, que no hay nada en nosotros que Dios pueda utilizar. Dios no quiere este corazón impuro, lo que Él quiere darnos, es un nuevo corazón. Como dijo el apóstol Pablo en Efesios 2:10: “pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”.

Y en el versículo 11, David tenía otro pedido: "No me eches de delante de ti y no quites de mí tu santo espíritu".

El Espíritu había venido sobre David como rey, para que pudiera ser un siervo de Dios. Un cristiano hoy no puede hacer esta oración porque el Espíritu no está sobre él, sino que es habitado por Él. Pero si puede contristar al Espíritu, en Efesios 4:30 leemos: “no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. No debemos de entristecer al Espíritu, pues si eso acontece, lo volvemos, inoperante en nuestra vida. Y eso fue lo que le sucedió a David. Por eso, él estaba pidiendo que el Espíritu de Dios continuara actuando en su vida. Amado hermano, vea la importancia de esta petición, debemos de todo corazón, clamar: "No me eches de delante de ti y no quites de mí tu santo espíritu".

Siguiendo adelante, en el versículo siguiente, David suplica que se le devuelva el gozo de la salvación y que espíritu noble lo sustente".

David había perdido la alegría, el gozo de la salvación. Quería restaurar su compañerismo con Dios. Como el hijo pródigo había descubierto la miseria de la vida al encontrarse lejos, y deseaba disfrutar nuevamente de la casa de su Padre. Amados lectores de las Sagradas Escrituras, vean la ansiedad de David, había perdido lo que más llenaba de gozo su corazón, y ahora con arrepentimiento genuino y lágrimas de amargo dolor, por piedad solicitaba que le fuera regresado, busquemos que Dios desarrolle en nosotros, esa relación de amor e intimidad que tanto nos bendice, pues el perderla, solo causa amargura, dolor y tristeza.

Concluyo, con los versículos 13, 15 y 19:

"Enseñaré a los prevaricadores tus caminos; Y los pecadores se convertirán a ti”. “Señor, abre mis labios y publicará mi boca tu alabanza”. “Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada: Entonces ofrecerán sobre tu altar becerros”.

David no solo quería alabar a Dios, quería agradarle. Recordemos que el Señor Jesús fue a cenar a casa de un fariseo, según el relato de Lucas 7. Una mujer que había sido salva entró en la casa. Simón la conocía y si se hubieran visto por la calle, habría evitado cruzarse con ella. Pero, de acuerdo con las costumbres sociales, al tener él invitados en casa, ella tenía derecho a entrar allí e incluso a quedarse observando. Se acercó al lugar en que Jesús estaba reclinado y de una forma inesperada, tomo los pies de Él, y con sus lágrimas los lavó, secándolos con sus cabellos, besándolos y ungiéndolos con perfume. Entonces Simón. El dueño de casa adoptó una actitud crítica hacia ella y el Señor entonces le reprendió diciéndole: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; porque aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

Estimado oyente, pensamos que estamos bien porque estamos delante de Dios. Pero Dios no puede absolver al culpable y tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento nos muestran la culpabilidad de la familia humana, es decir, que usted y yo somos culpables ante Él. Y la única manera en que Él podía salvarnos era entregándose como Hijo a la muerte en la cruz. Incluso debemos pensar que aun para los peores pecadores del mundo hay perdón, aun para ellos es suficiente la obra redentora de Cristo. De la historia de aquella mujer en casa de Simón, recordemos que a quien poco se le persona, poco ama. Pero a quién se le ha perdonado mucho, ama mucho. Realmente, Dios nos ama mucho, nos ha perdonado micho, debemos de amar de la misma manera.

Estimado lector, ¿cuál es la medida de su amor? Quizás tenga que ver con la valoración que haga de sus pecados. ¿Ha confesado usted a Dios sus pecados? ¿Cuándo fue la última vez que se lamentó por sus pecados, que le llevaron a tomar decisiones equivocadas? A veces es difícil conciliar el sueño y comenzamos a pensar. ¿Cuándo fue la última vez que usted se lamentó por sus fracasos? Él espera una confesión de nuestra parte. Y podemos dar gracias a Dios que en Su gran amor, Él está dispuesto a perdonarnos.

8 Congreso Regional Juvenil 

PERO EL FUNDAMENTO DE DIOS ESTÁ FIRME

Obispado 1

Lectura Diaria de la Biblia UNO+MAS